Mujeres My Bike
Natalia Ramírez Jaramillo nació el 6 de mayo de 1998 en Manizales (Caldas). Tiene 21 años y empezó a montar en bicicleta hace cinco años. Su motivación por el ciclismo empezó cuando acompañaba a su novio Juan José Toro a participar en algunas carreras de ciclismo.
My Bike
Su hermana Ángela, al darse cuenta de que a Natalia le llamaba la atención el ciclismo, le regaló su primera bicicleta en el día de su cumpleaños. Desde entonces, no ha dejado de salir a pedalear.
Empezó haciendo Cross Country, pero luego decidió probar ciclismo de ruta y ahí se quedó. Cuando hacía montaña, disfrutaba los descensos, saltaba, bajaba escaleras y trataba de subirlas. Es decir, le gustaba practicar retos técnicos, antes que los competitivos.
Las subidas eran lo que más se le dificultaba y casi no las disfrutaba, pero su técnica en bajadas era tan buena que terminó participando en una carrera de Downhill en Manizales. Allí ocupó el segundo lugar, demostrando estar a la altura de otras competidoras que se dedicaban de lleno a la práctica de esa modalidad de ciclismo.
El cambio al ciclismo de ruta se le pareció difícil al comienzo, tanto por las pedaleadas más largas, como por las bajadas que no se disfrutan tanto, además, el descanso que se hacía en carretera le parecía muy poco. Las sensaciones, el esfuerzo, la postura que debía tener –y los kilómetros– la tentaron a renunciar y volver al ciclomontañismo, pero con el tiempo se fue acostumbrando hasta lograrlo.
De la montaña a la ruta
“Al principio el proceso de adaptación fue muy fuerte. Me dolía todo: si salía un día, al otro día amanecía adolorida; pero poco a poco me fui adaptando y aprendí a sufrir un poco más y a amar la ruta tanto como el ciclomontañismo”, dice Natalia.
Y aunque ahora se la pasa más en su bici de ruta, si tuviera que elegir entre alguna de las dos modalidades, elegiría el Cross Country sin pensarlo, aunque ahora lo practica menos. Al respecto, asegura que la sensación que siente al estar en una pista de montaña es inigualable.
Natalia participó en algunas competencias de montaña como la Copa Cafetera, la Copa Valle y algunas maratones. Sin embargo, en la ruta no ha competido tanto, pero tuvo la oportunidad de correr el campeonato nacional de pista en Cali en 2018 y clasificar a los Juegos Nacionales de Pista.
Actualmente, pertenece a la Liga de Caldas para Juegos Nacionales de Pista. Fernando Gutiérrez es su entrenador favorito y quien se convirtió en un gran amigo. Gracias a él, Natalia le cogió amor a la ruta, pues le ha enseñado cada uno de sus conocimientos en la modalidad. Con Fernando, empezó a ver los resultados sobre la bici, lo que la motivó a seguir entrenando y obtener estos resultados. Sin embargo, espera correr algunas carreras antes de los juegos nacionales, además de alguna competencia de montaña, aunque no tiene nada planeado.
Preparación
Natalia sale a entrenar todos los días muy temprano. Cuando descansa de la bici, hace una hora de gimnasio y luego corre en el velódromo. De lo contrario, sale a las carreteras.
“Trato de entrenar lo más que puedo. Espero poder estar al nivel necesario para enfrentar los Juegos Nacionales de Pista, aunque el tiempo para estudiar y entrenar, a veces, no me favorece. Sin embargo, trato de estar lo más preparada posible”, afirma.
Sueña con ser una excelente profesional, pues estudia administración Financiera en la Universidad de Caldas. En cuanto al deporte, no tiene metas claras, pero de lo que sí está segura es de que el ciclismo va a estar presente durante toda su vida.
Su alimentación no es estricta, debido a que no tiene una dieta a seguir, pero trata de comer alimentos sanos, muchas verduras, pollo, pasta y evitar las salsas, los fritos y la comida de paquete.
También ha tenido la fortuna de tener el apoyo de su familia: su mamá Liliana siempre ha estado a su lado, al igual que su hermana, su novio y sus abuelos. Gracias a este apoyo, Natalia confía en que pueda cumplir sus metas.
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Natalia sale a entrenar todos los días muy temprano. Cuando descansa de la bici, hace una hora de gimnasio y luego corre en el velódromo.
“Al principio el proceso de adaptación fue muy fuerte. Me dolía todo: si salía un día, al otro día amanecía adolorida”.
