El mundo del tenis suele asociarse con lujo, viajes en primera clase y cheques millonarios. Pero detrás de esa imagen brillante, existe otra realidad mucho menos conocida: la de jugadores talentosos que, pese a ser los mejores en sus países, sobreviven con cuentas bancarias casi vacías. Ese es el caso de Sumit Nagal, actual número uno de la India, que confesó tener apenas 900 euros en su cuenta. Una declaración que expone las desigualdades del circuito y la fragilidad económica de quienes no forman parte de la élite.

El alto coste de ser tenista profesional

El tenis profesional es uno de los deportes más caros de sostener. Los viajes internacionales, la contratación de entrenadores, la alimentación especializada y el material deportivo representan gastos constantes. Para un jugador fuera del top 100, los premios obtenidos en torneos menores apenas alcanzan para cubrir lo básico. Nagal, como tantos otros, invierte todo lo que gana en seguir compitiendo, sin margen para ahorrar ni asegurar su futuro.

Según datos de la International Tennis Federation (ITF), más del 60 % de los jugadores que participan regularmente en torneos internacionales no logran cubrir sus gastos anuales solo con premios. Este desequilibrio explica por qué muchos abandonan la carrera antes de llegar a la élite.

Una brecha cada vez más profunda

La historia de Nagal pone en evidencia la desigualdad estructural del tenis. Mientras que los jugadores del top 100 disfrutan de contratos de patrocinio, grandes premios y visibilidad mediática, quienes se quedan fuera de ese círculo luchan para sobrevivir. La diferencia no es solo económica: también se traduce en oportunidades, ya que sin recursos es más difícil acceder a entrenadores de primer nivel o a programas de preparación física especializados.

Mientras los grandes torneos generan millones en ingresos, el reparto de esos beneficios no siempre alcanza a quienes más lo necesitan. El resultado: cientos de jugadores con talento que se ven obligados a dejar el deporte o a buscar trabajos alternativos para mantenerse.

Sacrificios que no se ven

Más allá del dinero, está la carga emocional. Nagal, como otros jugadores de su nivel, afronta temporadas largas lejos de casa, incertidumbre constante y la presión de rendir al máximo en cada partido. La falta de estabilidad económica se suma a la exigencia física y mental, convirtiendo el día a día en una lucha de resistencia.

Aun así, muchos siguen adelante por pasión y por el orgullo de representar a su país en la escena internacional. Son historias de esfuerzo silencioso, que rara vez reciben la atención que merecen.

La urgencia de un mayor apoyo

El caso de Nagal reabre el debate sobre la necesidad de un apoyo institucional más sólido. Becas, ayudas económicas, acceso a infraestructuras y un reparto más equitativo de los ingresos del tenis podrían marcar la diferencia. Algunos países ya han desarrollado programas de respaldo a deportistas emergentes, pero en muchos lugares esa red de seguridad aún es insuficiente.

Conclusión: talento que no debería perderse

El testimonio de Sumit Nagal es una llamada de atención. El tenis, un deporte que mueve millones y que emociona a millones más, no puede permitirse perder a jugadores con talento por falta de recursos. Reconocer y apoyar a quienes luchan fuera de los focos es clave para garantizar un futuro más justo y sostenible en el circuito profesional. Porque detrás de cada raqueta no siempre hay glamour: a veces solo hay sacrificio, pasión y la esperanza de seguir adelante.