¿Sabías que las almendras esconden un secreto bajo su piel rugosa? La clave para disfrutar realmente de sus beneficios está en algo tan sencillo como ponerlas en remojo. Olvida un segundo las recetas de tu abuela y déjate guiar por la ciencia: el gastroenterólogo William Berrebi nos explica por qué remojarlas es mucho más que una manía de foodie.
Por qué no deberías comer almendras secas sin más
Todos lavamos frutas y verduras antes de comerlas (o al menos eso confesamos a nuestra conciencia). Sin embargo, solemos descuidar los frutos secos; las almendras, por ejemplo, suelen ir directas de la bolsa a la boca. ¡Error! Según el gastroenterólogo William Berrebi, es imprescindible no solo enjuagarlas, sino también sumergirlas en agua varias horas antes de consumirlas.
¿La razón? Sin este sencillo paso, nuestro sistema digestivo tiene dificultades para procesar las almendras correctamente, lo que significa que no aprovechamos del todo sus preciados nutrientes y beneficios. Dejar las almendras secas de lado y darles un chapuzón antes de comerlas es, en realidad, un gesto clave.
El enemigo invisible: el ácido fítico
Puede que nunca hayas oído hablar de él, pero el ácido fítico es el “grinch” de la digestión. Según Berrebi, este compuesto, presente en las almendras, funciona como un inhibidor de enzimas. ¿Qué hace exactamente? Impide que digiramos bien estos frutos secos y, lo que es peor, bloquea la absorción de algunos nutrientes en nuestro organismo. El propio médico lo llama “una especie de anti-nutriente”. Vamos, como un portero en la discoteca que decide que tus vitaminas y minerales no van a entrar hoy.
Remojar: el sencillo ritual que lo cambia todo
Ahora, la buena noticia: poner las almendras en agua desencadena un fenómeno casi mágico. El doctor Berrebi explica que este remojo “activa el proceso de germinación”. Así, las almendras mejoran sus propiedades nutricionales:
- La cantidad de vitaminas aumenta.
- Las proteínas se multiplican.
- Minerales como el magnesio o el zinc pasan a asimilarse con mayor facilidad.
En resumen, el sencillo gesto de remojarlas transforma tus almendras en una bomba de salud mucho más aprovechable para tu cuerpo.
¿Cómo remojar las almendras correctamente? Sigue estos pasos
William Berrebi nos da las instrucciones exactas para que remojes tus almendras como un auténtico experto (o al menos, como alguien que quiere cuidarse sin volverse loco):
- Toma un puñado de almendras y colócalas en un bol.
- Enjuágalas brevemente.
- Cubre las almendras con agua potable hasta que queden totalmente sumergidas.
- Déjalas reposar durante toda la noche.
- A la mañana siguiente, escurre y vuelve a enjuagar las almendras.
- ¡Listo! Ya puedes comerlas tras el remojo. Nada de complicaciones y preparados raros.
Berrebi concluye que disfrutarás de las almendras justo después de enjuagarlas: así de simple y efectivo.
¿Solo con las almendras? Otras semillas que se benefician del remojo
Y aquí viene la pregunta de oro: ¿deberíamos hacer esto con otros frutos secos y semillas? Berrebi responde que sí, pero con matices. Su consejo es aplicar este mismo proceso a:
- Nueces
- Semillas de girasol
- Semillas de calabaza
Estos también contienen ácido fítico, por lo que un buen remojo les viene fenomenal.
En conclusión, si buscas optimizar la digestión y el valor nutricional de tus amadas almendras (y de otras semillas parecidas), apuesta por un baño nocturno. Parece un gesto trivial, pero según la ciencia y la experiencia del Dr. Berrebi, esconde el secreto para disfrutar al máximo estos pequeños tesoros naturales. La próxima vez, dale un chapuzón a tus almendras antes de hincarles el diente… ¡y verás la diferencia!







