Un plato de pasta siempre salva una comida: rápido, fácil y delicioso. Sin embargo, todos hemos vivido esa frustración de encontrarnos con un bloque pegajoso de fideos en lugar de una preparación ligera y apetecible. Con unos gestos sencillos, este problema desaparece para siempre.

Usa una olla lo suficientemente grande

El error más común es querer cocinar para varias personas en una cacerola pequeña. Cuando la pasta no tiene espacio para moverse libremente, el almidón que suelta durante la cocción la convierte en una masa compacta. La solución es simple: utiliza una olla amplia y alta, con suficiente agua para que las piezas floten sin estorbarse. De esta forma, cada espagueti, macarrón o farfalle se cocinará de manera uniforme.

Controla el tiempo de cocción

Cada tipo de pasta tiene su propio tiempo: mientras unas frescas pueden estar listas en 4 minutos, otras secas requieren hasta 12 o 15. Cocerlas más allá de ese punto no solo las vuelve blandas, sino que aumenta la probabilidad de que se peguen. Lo mejor es probarlas un par de veces durante la cocción y retirarlas cuando estén al dente, firmes pero no duras. Así mantienen mejor su textura y se mezclan de manera ideal con la salsa.

No las dejes enfriar en la coladera

Una vez escurrida, la pasta no debe esperar. El almidón que queda en la superficie actúa como pegamento si se enfría en la coladera. La regla de oro es clara: escurrir y mezclar inmediatamente con la salsa. Si no vas a servirla en el momento, un chorrito de aceite de oliva o una nuez de mantequilla bastan para evitar que se apelmacen. Guardada luego en un recipiente hermético, se mantendrá perfecta hasta la siguiente comida.
Con estas tres reglas básicas, la pasta dejará de ser un riesgo culinario y volverá a ser lo que debe: una comida sencilla, versátil y siempre deliciosa.