¿Comer arroz tres veces al día y mantenerse delgado? Japón lo hace realidad y la ciencia tiene una explicación fascinante detrás de este fenómeno. Ponte cómodo (en el tatami, si puedes) y descubre cómo lo logran.
El arroz: protagonista de la mesa (pero en su justa medida)
No hay comida japonesa tradicional sin arroz. Lejos de ser ese acompañamiento casi invisible en otros países, en Japón el arroz es la estrella del espectáculo. Pero, y aquí viene la primera sorpresa, el tamaño importa. Cuando un extranjero se sienta por primera vez en una mesa japonesa, suele quedarse perplejo ante el bol de arroz: pequeño, casi como una versión minimalista del tazón occidental. Con unos 140 gramos por ración (equivalentes a apenas 200 calorías), el bol japonés cumple su función: saciar sin exceder.
¿Y qué pasa con los famosos onigiri? Estas bolitas de arroz envueltas en alga nori raramente sobrepasan las 175 calorías cada una. De este modo, el control de las porciones está presente, pero sin obsesionarse ni recurrir a las estrictas prohibiciones a las que tanto tememos en Occidente. Es una manera de medir sin que la comida se convierta en una obsesión matemática.
La sopa, esa aliada silenciosa
Otra costumbre japonesa que suma puntos para la balanza es la de comenzar sus comidas con una sopa ligera, como el miso o caldos claros. ¿Capricho ancestral? Nada de eso. La ciencia lo respalda: un estudio publicado en Appetite revela que iniciar la comida con un caldo bajo en calorías puede reducir hasta en un 20% el consumo total durante esa comida. Es decir, tomar sopa antes, y el estómago dice “¡basta!” antes de caer en excesos. En muchas casas niponas, dos de las tres comidas diarias arrancan así.
- Porciones controladas sin prohibiciones estrictas.
- Sopas ligeras que reducen la ingesta total.
Sin ultraprocesados ni picoteo accidental
En Japón, comer por la calle o abrir una bolsa de patatas fritas en el metro no es común. No porque haya leyes que lo impidan, sino porque la cultura del “grignotage” (ese picoteo incontrolable) prácticamente no existe. El contraste con países como Estados Unidos es enorme: allí, el 20% del gasto alimentario se va en comida rápida o ultraprocesada, según el Departamento de Agricultura (USDA). En Japón, en cambio, los refrescos y la malbouffe apenas tienen cabida en el día a día, lo que elimina muchas de las calorías extras que suelen pasar desapercibidas.
- Casi nula presencia de comida ultraprocesada entre comidas.
- Pocas tentaciones en calles o transporte público.
Movimiento, costumbre y gratitud… desde pequeños
La delgadez nipona no depende solo de la comida. Su vida cotidiana les empuja a moverse mucho más: se camina para ir al metro, al mercado, a la escuela; en los barrios residenciales, la bicicleta es común. Incluso la tradición de sentarse en el tatami, con las piernas cruzadas o recogidas, implica un mayor esfuerzo muscular que el clásico sofá, aunque menos cómodo si tienes mala flexibilidad.
Desde la infancia, los japoneses aprenden que no se deja arroz en el bol: hacerlo se considera una falta de respeto. Servirse más de lo que uno puede terminar está mal visto. Nada de religión ni moral; es pura gratitud hacia los alimentos, inculcada desde niños. Así, cada bocado se valora y no se desperdicia comida.
Por si te parecen solo detalles, los datos lo dejan claro: solo el 3,6% de la población japonesa tiene un índice de masa corporal superior a 30, frente al 32% en Estados Unidos, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
- Actividad física cotidiana como parte de la vida.
- Costumbres de gratitud y valoración de la comida.
¿Y el veredicto final? El arroz, lejos de ser el villano de la obesidad, es parte de un contexto donde mandan la moderación, el movimiento y la baja presencia de ultraprocesados. Es un recordatorio: no es el alimento aislado el que determina la salud, sino los hábitos y la cultura que lo rodean. Quizá no podamos vivir todos a la japonesa, pero tomar algo de su disciplina (y su porción de arroz) puede ser un primer paso para sentirnos mejor.







