Cuando la belleza se convierte en una prisión mortal y el aplauso de las pasarelas se transforma en un grito de auxilio, algo muy grave está ocurriendo. Victoire Maçon-Dauxerre lo sabe bien: su historia, marcada por el culto a la delgadez extrema y una lucha feroz por la supervivencia, sigue estremeciendo el mundo de la moda.
Del sueño a la pesadilla: una carrera fulminante
A los 18 años, la vida de Victoire Maçon-Dauxerre cambió de golpe. Un día cualquiera, fue descubierta en la calle por un miembro de la prestigiosa agencia Élite. Sin demora, se sumergió en el mundo del modelaje profesional, desfilando en las pasarelas más solicitadas y convertida en una de las modelos más demandadas del planeta.
Pronto, el brillo de los focos se apagó, dando paso a una rutina atroz de sesiones fotográficas, castings y desfiles. Su existencia giraba únicamente alrededor de su carrera: lo personal quedó sepultado bajo el peso de las expectativas y la presión por encajar en la imagen que exigía la industria. La espiral fue tan destructiva que Victoire terminó al borde de la muerte tras intentar suicidarse.
Tres manzanas al día: crónica de una autodestrucción
En 2016, dio un valiente paso al frente publicando su testimonio: “Jamás demasiado delgada. Diario de una Top Model”. Allí desnudó su realidad y narró sin filtros el infierno que vivió. Su dieta: tres manzanas al día. Apenas pescado y pollo una sola vez por semana. ¿El objetivo? Encajar en prendas de la talla 32-34. El resultado: en solo dos meses, perdió cerca de diez kilos y, paradojas de la mente, cuanto más bajaba de peso, más gorda se veía frente al espejo.
Las consecuencias de semejante autoimposición fueron devastadoras:
- Anorexia mental
- Angustia emocional
- Estrés permanente
“Mi ansiedad se manifestó en la comida y me autoinfligí la dieta de las tres manzanas pensando que luego volvería a la normalidad. Pero una voz en mi cabeza me lo impedía y siempre tenía miedo de no volver a entrar en la ropa”, confesó a Vanity Fair.
Entre la imagen y la tragedia: el precio de la perfección
Con su 1,78 m de altura, llegó a pesar menos de 47 kilos. La realidad distaba mucho del glamour aparente. Victoire adoptó la imagen de “un perchero” y recuerda el día en que su madre la vio desnuda en el baño y quedó horrorizada al ver su silueta “esquelética”. “Vio que estaba hambrienta y me trajo un pollo asado que devoré entero”, rememora la exmodelo en el programa Sept à Huit de TF1.
El modelaje cambió para siempre la percepción de Victoire sobre su cuerpo: “Me querían, sí, pero delgada. Era bella porque era flaca. Era mi único valor”. Además, expone el círculo vicioso de la anorexia y la contradicción de una industria que le pedía perder peso, mientras retocaba sus fotos para agregarle muslos y mejillas. Cuando dejó la moda cayó en la bulimia, después en una depresión severa y una vez más, en un intento autolítico que la llevó a una clínica psiquiátrica.
Renacimiento: entre el arte, la lucha y la sanación
Afortunadamente, Victoire logró encontrar ayuda, sanar y reinventarse. Se mudó a Londres para retomar sus estudios y trabajó en el Shakespeare’s Globe Theater. “Ver a otros subir al escenario me dio ganas de hacerlo yo misma. Pasé por el conservatorio de arte dramático y fue terapéutico. Reconecté cuerpo y mente”, compartió con Vanity Fair.
Actualmente, da vida a Vanessa, la chef del Spoon en la serie diaria “Demain nous appartient” de TF1. Además, está inmersa en la adaptación cinematográfica de su libro, junto a los productores de “Vikings” (serie en la que actuó como Nissa en la sexta temporada). “Soy coproductora de ese proyecto y tendré un papel secundario, pero no el mío”, precisó a Télé 7 Jours.
Lejos de distanciarse del pasado, ha vuelto su compromiso social: apoya a asociaciones como Imhotep y los Ateliers Mercure, un think tank que aboga por nuevas políticas de salud, aportando su testimonio a la lucha contra los cánones insanos de belleza en la moda.
Conclusión: La historia de Victoire Maçon-Dauxerre es un recordatorio doloroso —pero necesario— de los peligros que se esconden detrás del espejismo de perfección de la industria de la moda. Hoy, convertida en actriz y activista, Victoire demuestra que la verdadera belleza radica en la resiliencia y el coraje de quienes se atreven a alzar la voz por sí mismos y por los demás. Si alguien a tu alrededor cae en la trampa del ideal irreal, recuerda: como demostró Victoire, siempre es posible volver a elegir la vida.







