¿Por qué esa báscula parece querer amargarte el día, aunque creas llevar una vida más o menos saludable? A menudo, el culpable está en pequeños gestos cotidianos que se instalan silenciosamente en nuestra rutina. Por suerte, los expertos en nutrición han identificado las siete costumbres que sabotean tu peso sin que te des cuenta. ¡Toma nota y defiende tu línea con alegría!

Las 7 peores costumbres para tu peso: ¡evítalas!

  • Comer demasiado rápido
  • Saltarse comidas
  • Descuidar el sueño
  • Falta de actividad física
  • Picar dulces o salados frente a la televisión
  • No beber suficiente agua
  • Hacer la compra con el estómago vacío

¡Cuidado con los hábitos traicioneros!

Muchas personas buscan perder peso de forma rápida y deciden saltarse comidas. Sin embargo, la doctora Laurence Plumey, médica nutricionista y fundadora de EPM Nutrition, advierte que este método puede resultar contraproducente. Cuando nos saltamos una comida, luchamos contra el hambre, pero solo es “retroceder para saltar más alto”, explica. La privación provoca que, al llegar la siguiente comida, el hambre sea mucho más intensa, y entonces solemos lanzarnos a por hidratos, pan, platos copiosos, embutidos y quesos. El resultado: alto riesgo de recuperación de peso e, incluso, de coger más kilos de los que queríamos perder.

¿Quién no ha devorado la comida como si se apagara el mundo en 5 minutos? Comer rápido no da tiempo al cuerpo a enviar al cerebro la señal de que ya hemos recibido calorías. El hambre sigue presente y acabamos comiendo más de lo necesario. Si no se mastica bien, el consumo calórico diario puede aumentar hasta en un 30%, nos recuerda la especialista. Además, aparecerá esa sensación incómoda de digestión pesada después. La clave: dedicarle a cada comida entre 20 y 30 minutos. Así el cerebro recibe el mensaje de saciedad más rápido… ¡y evitas repetir plato por inercia!

No subestimes el sueño ni el movimiento

Dormir menos de 6 horas por noche también te lo pone difícil a la hora de mantener el peso. La falta de sueño desencadena la secreción de cortisol, responsable de estimular la acumulación de grasa abdominal y aumentar las ganas de comer dulce. Por si fuera poco, el cansancio hace que baje nuestra actividad física diaria. Así lo señala la dietista y autora de “El maravilloso mundo de la grasa. ¡Todo sobre esas redondeces que nos habitan!”. Así que, si eres de los que cuentan ovejas desde hace tiempo, aquí tienes una razón extra para tomarte en serio tu descanso.

¿Recuerdas lo que decían en educación física? ¡Nada de sedentarios! Caminar, subir escaleras, correr, montar en bici… El ser humano está hecho para moverse. Tenemos largas piernas como prueba, aunque muchos prefieren la silla. Según la doctora Plumey, hoy en día gastamos unas 300 calorías menos al día por el sedentarismo, y algunos “deslices alimenticios” pueden sumar fácilmente un excedente de 500 calorías diarios. Esas calorías no quemadas se acumulan en la grasa abdominal, el almacén favorito del cuerpo. Atención: una persona activa que se vuelve sedentaria puede ganar hasta 1 kilo de grasa al mes. Si te gusta tu sofá, ¡mejor que también te guste caminar!

Distracciones, falta de agua y compras peligrosas

Otra costumbre para olvidar, sobre todo por la noche, es el picoteo frente a la televisión. Absorbidos por la trama o las imágenes, prestamos poca atención a lo que comemos. El resultado: la cuenta calórica sube sin darnos cuenta, y por la noche el cuerpo quema la mitad de calorías. Todo ese exceso de grasa o azúcar acaba convertido en reservas en forma de (¡sorpresa!) grasa corporal. Para que te hagas una idea, una simple bolsa de patatas chips equivale a tragarse una cucharada sopera de aceite. No digas que no te avisé…

Y algo tan básico como beber agua también se olvida con frecuencia. Se recomienda tomar entre 7 y 8 vasos al día, antes, durante y después de las comidas. Si al cuerpo le falta agua, puede bajar ligeramente la presión arterial, provocando malestar y pérdida de energía. Entonces, sin darnos cuenta, buscamos productos azucarados para “levantarnos”, aunque solo necesitamos hidratarnos. Recuerda: el 65% de nuestro cuerpo es agua. ¡No te seques!

Por último, nunca subestimes el peligro de hacer la compra con el estómago vacío. Los expertos aseguran que así se tiende a llenar el carrito con más alimentos, especialmente grasos y azucarados que ni estaban en la lista. Lo malo no es solo que la factura se dispare en caja. Cuando los armarios rebosan tentaciones, será difícil resistirse luego. Para evitarlo, haz la compra bien alimentado. Así tus elecciones serán más racionales y menos impulsivas.

En definitiva, pequeños gestos pueden marcar la diferencia. Identificar y modificar estos hábitos te ayudará a mantener la línea… ¡y hasta a reconciliarte con tu báscula!