Cae la temperatura, caen las ganas de pillar un resfriado… ¡y algunos caen en la trampa de pensar que una copa ayuda a calentar el cuerpo! Pero, ¿qué pasaría si te dijera que una de las bebidas más celebradas en reuniones y cenas es, en realidad, una feroz enemiga de tus defensas?

Cambia la temporada, cambia tu alimentación

Con la llegada del invierno y el inevitable descenso de las temperaturas, la mayoría nos volvemos más conscientes de la importancia de cuidar la salud. Ante el desfile de virus y microbios típicos de la temporada fría –los culpables de resfriados, gripes, gastroenteritis y compañía– muchos franceses (y, por qué no, muchos de nosotros) deciden hacer cambios en el estilo de vida. ¿El objetivo? Reforzar el sistema inmunológico. Aquí, la alimentación juega un papel esencial. De hecho, para proteger nuestras defensas, la mirada se dirige cada vez más a lo que ponemos en nuestro plato… y en nuestro vaso.

¿El villano inesperado? El alcohol

Hay alimentos y bebidas que gozan de buena reputación por estimular la inmunidad. Sin embargo, existen otros que más vale evitar si el plan es blindar nuestras defensas naturales. En este sentido, los dietistas-nutricionistas advierten sobre una bebida en concreto, tan popular que casi todos la han probado: el alcohol.

¿Y qué tiene de malo una copita, te preguntas? Pues, según la dietista-nutricionista Roxana Ehsani, el alcohol tiene un efecto diurético potente. “El alcohol puede deshidratarte intensamente debido a sus propiedades diuréticas, y esto no permite mantener un sistema inmunitario sano y fuerte”, advierte.

Una cadena de efectos dañinos en el cuerpo

• El mecanismo es sencillo, aunque nada inofensivo. Al consumir alcohol (no importa si se llega o no a la ebriedad), se produce un desajuste hormonal notable. Las moléculas de alcohol alteran la producción de vasopresina, la hormona que regula la actividad renal. Como resultado:

  • Los riñones producen más orina de lo habitual.
  • El cuerpo pierde grandes cantidades de agua en poco tiempo.
  • Te conviertes, literalmente, en un ser deshidratado… y eso no son buenas noticias para tus defensas.

Cuando el cuerpo está deshidratado, se inhibe la actividad del sistema inmunológico y hasta se puede retrasar la producción de anticuerpos. Así lo explica la inmunóloga Sonia Sharma, del Instituto de Inmunología de La Jolla (California).

Por si fuera poco, según Roxana Ehsani, el alcohol afecta directamente al intestino, ya que es el primer órgano en absorberlo. Al mismo tiempo, se destruye el microbioma intestinal, esa colección de bacterias buenas que contribuyen a la salud y hacen posible el funcionamiento correcto de las células inmunitarias. Resultado: un sistema inmunitario más débil y vulnerable ante enfermedades.

Azúcar añadido: doble golpe a tus defensas

Y como si no fuera suficiente, la mayoría de las bebidas alcohólicas, sobre todo los cócteles, suelen venir cargadas de azúcares añadidos. Se preparan a base de jarabes y jugos que hacen disparar el nivel de azúcar en sangre. Cuando esto ocurre:

  • La producción de células inmunitarias se altera.
  • Las células no pueden cumplir su función correctamente.
  • El resultado es una mayor debilidad inmunológica.

Así que no solo hay que vigilar el alcohol en sí, sino también lo que viene en el paquete (o el vaso, mejor dicho).

¿Un brindis por la moderación?

Beber en exceso puede potenciar todos estos efectos negativos. Por esto, la recomendación es clara y viene respaldada por organismos de salud oficiales: limitar el consumo de alcohol a los niveles sugeridos. Según Alcool Info Service, no se deben superar los 2 vasos por día, y no todos los días. Cruzar este umbral no solo debilita el sistema inmunológico, sino que aumenta notablemente los riesgos para la salud, como el desarrollo de cánceres o enfermedades cardiovasculares.

En conclusión, el ritual del brindis y las reuniones con alcohol tienen un sabor amargo para tus defensas. En vez de fortalecer tu escudo natural, puedes estar debilitándolo más de lo que imaginas. Así que, si buscas pasar el invierno lejos del pañuelo y el termómetro, tal vez la primera copa que debas reducir sea precisamente esa. ¡Tu sistema inmunológico te agradecerá el gesto (y tal vez tu hígado también)!