Un refresco con una pizza un viernes por la noche, un helado después de un día largo o un hot-dog en una barbacoa parecen placeres inocentes. Sin embargo, varios gastroenterólogos advierten que ciertos alimentos, cuando se consumen con frecuencia, pueden dañar la salud intestinal, alterar el microbioma y aumentar el riesgo de enfermedades digestivas.
Barras proteicas ultraprocesadas
Aunque su nombre suene saludable, muchas barras de proteínas industriales están lejos de serlo. Suelen contener aditivos, edulcorantes artificiales y aceites refinados que pueden causar gases e hinchazón. La doctora Harmony Allison, del Tufts Medical Center en Boston, afirma que prefiere obtener proteínas de fuentes naturales como frutos secos, mantequilla de cacahuete o un simple vaso de leche.
Carne roja y hamburguesas
La carne roja, especialmente los cortes grasos y los hamburguesas, está en la lista negra de muchos especialistas. Según la doctora Reezwana Chowdhury, de Johns Hopkins, el consumo excesivo de estos alimentos está relacionado con un mayor riesgo de cáncer de colon y pólipos intestinales. La clave, si se consume, es hacerlo con moderación y evitando superar los 100 gramos diarios.
Embutidos y carnes procesadas
Chorizo, jamón, salchichas o hot-dogs: todos tienen algo en común, y no es precisamente lo saludable. Estudios citados por la doctora Rabia De Latour, de la NYU, muestran que quienes comen carnes procesadas cuatro o más veces por semana tienen un 20 % más de riesgo de cáncer colorrectal. Además, suelen ser ricos en sal y grasas saturadas, lo que complica aún más su efecto en la digestión.
Fritos de pollo o pescado
Los nuggets, las alitas o el filete de pescado frito pueden resultar irresistibles, pero no benefician al intestino. Investigaciones en microbiología han demostrado que los aceites de fritura modifican negativamente la flora intestinal y pueden contribuir a la acumulación de grasa en las arterias, lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Una razón más para elegir preparaciones al horno o a la plancha.
Refrescos y bebidas azucaradas
Los sodas y las bebidas con gas son otro enemigo silencioso. No solo están vinculados a diabetes y problemas cardíacos, también suelen desencadenar síntomas digestivos como hinchazón, eructos o reflujo. El doctor Simon C. Matthews, de Johns Hopkins, recuerda que su consumo habitual desequilibra el metabolismo y favorece la inflamación intestinal.
Pan blanco y cereales refinados
El pan de molde y otros productos hechos con harinas refinadas carecen de la fibra necesaria para una buena digestión. La doctora Shilpa Grover, del Brigham and Women’s Hospital en Boston, advierte que un exceso de cereales refinados, junto con carnes procesadas, aumenta el riesgo de diverticulitis, una inflamación dolorosa en el tubo digestivo. Sustituirlos por pan integral o granos enteros es un cambio simple que protege la salud intestinal.
Un consejo final: equilibrio, no prohibición absoluta
Los especialistas coinciden en que lo importante no es eliminar por completo estos alimentos, sino reducir su consumo. Un helado ocasional o una hamburguesa de vez en cuando no arruinarán tu intestino. La clave está en la moderación y en priorizar una dieta basada en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas de calidad. Tu sistema digestivo, y tu bienestar en general, lo agradecerán.







