Para los hermanos Arias el triatlón es la pasión y la profesión; un legado que les dejó su padre y sin el que no conciben la vida. Ambos, ya subidos en el cuarto piso, lograron fundar un club de triatlón importante para el país donde pueden entrenar aficionados y profesionales. Esta es una historia de película que pretende llegar a concluirse con un final cada vez más feliz.
“Mi papá crió unas máquinas para el deporte” así lo afirma Mario Arias, el mayor de dos hermanos que más que triatlonistas se convirtieron en deportistas de alto rendimiento. Su padre, el señor Fernando Arias fue durante años entrenador deportivo de Las Fuerzas Armadas del Atlántico y desde que estaban pequeños les dijo: “ustedes van a ser deportistas y van a ser los mejores”.
La profecía.
Además de la motivación, la dedicación y el compromiso de su padre, se cumplió, y a corta edad Jorge Arias, el menor de ambos hermanos, se convirtió en un atleta prometedor para el país. Llegó a ser selección juvenil, a viajar por el mundo participando en competencias de atletismo y estuvo a punto de ir a los Olímpicos de Londres 2012, pero esa es otra película que necesita de una segunda parte de este artículo para ser contada.
Mientras todo esto pasaba y Jorge se convertía cada vez más en un atleta reconocido, Mario también hacía sus pinitos, su padre lo seguía entrenando para triatlón y participaba en competencias nacionales donde siempre se ubicaba en los primeros puestos.
Pero como en toda película, cuando las cosas están saliendo perfectas y según lo planeado, llega el punto de giro… en este caso fue un lamentable suceso, el asesinato del señor Fernando Arias, un hecho del que los hermanos Arias prefieren no hablar mucho pero que los partió en un antes y un después con el deporte.
En ese momento Mario decide irse a vivir a Estados Unidos, con la muerte del papá se habían esfumado demasiadas ilusiones y posibilidades con el deporte. En Norteamérica vivió durante 6 años, dedicado a otros quehaceres, pero jamás dejando al deporte de lado, simplemente tomándolo como una afición y no algo profesional.
De ese episodio tan duro lo que más valora Mario de Jorge es que éste logró seguir adelante con el deporte a un nivel de élite, el baluarte para ambos ya no estaba, pero el hermano menor continuaba con el legado y lo defendía a capa y espada. “No fue fácil, el apoyo económico para el deporte nacional cada vez era más difícil de lograr y una lesión terminó dejándome por fuera de varios sueños olímpicos, finalmente la vida me fue poniendo lejos del deporte de alto rendimiento y cada vez ubicándome más en el lugar de amateur y de entrenador”.
Con Jorge retirado de las grandes ligas Mario decide volver a Colombia y empiezan a consolidar un sueño, la continuación de la película que siempre les inculcó el papá, un club de triatlón ubicado en la ciudad de Pereira donde amateurs y profesionales pueden entrenar con el fin de competir o de prepararse para tener un mejor estado físico; también, para contagiarse del amor que traspiran los hermanos Arias por este deporte.
“Nuestro sueño es lograr apoyar económicamente a algunos muchachos que vemos que son muy talentosos, y poder ahorrarles los inconvenientes tan grandes que se pueden formar al tener que pedir ayuda al Estado, ojalá algún día lo podamos lograr”. Tanto Jorge como Mario trabajarán fuerte para que el sueño de su padre de ser los mejores deportistas jamás muera y para tener un TrinityClub cada vez más posicionado.
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